Nacida una década después de la aparición de los zombis, Temple ha pasado sus quince años de vida entre esas criaturas; sabe cómo evitarlas y defenderse de sus mordiscos. Pero, por encima de todo, sabe que algunos hombres pueden resultar mucho más temibles que cualquier horda de muertos vivientes. Tras pasar unas semanas escondida en un islote, la muchacha es adoptada por una de las comunidades humanas que siguen subsistiendo a lo largo de Estados Unidos.
Pero una noche, mientras se resiste a ser violada, asesina a uno de sus miembros y se ve obligada a huir con Moses, el vengativo hermano del difunto, siguiendo sus pasos. Con esta hermosa y perturbadora novela, Alden Bell nos sumerge en un mundo de pesadilla, pero también de belleza. A través de su inolvidable heroína seremos testigos de los pequeños milagros del apocalipsis y descubriremos que no hay peor infierno que el que uno mismo lleva a cuestas.
Aunque ambientado en un mundo invadido por los zombies, estos no son más que la excusa para narrar una historia apocalíptica de búsqueda sin esperanza, en un mundo indiferente que intenta revivir el pasado sin conseguirlo.
Resulta algo deprimente, agobiante, y con poca acción. La relación amistad-odio entre Temple y su perseguidor es algo perturbador.
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