La historia de Sanz Briz en Budapest emociona por su sensibilidad y compasión durante un episodio inhumano de la historia de Europa. Es la epopeya de los miles de judíos que tuvieron la fortuna de sobrevivir y salir del país gracias a la ayuda de los diplomáticos, y también una aventura repleta de reveses y tramas, entre los despachos y las calles de Budapest, los asesinos húngaros del Partido de la Cruz Flechada y los propios nazis, con uno de sus dirigentes más emblemáticos a la cabeza.
Ángel Sanz Briz, a pesar de ejercer como funcionario de un estado, consiguió aplicar sus convicciones y su determinación a las normas de la diplomacia y el derecho: la burocracia fue la herramienta y el ideal humanitario el objetivo que guió sus actos. Las peripecias y trabas que tuvo que sortear, poniendo en riesgo su seguridad y la de su familia, constituyen la trama de este emocionante libro que también esclarece cómo, en contraposición, Adolf Eichmann, teniente coronel de las SS y responsable de las deportaciones del Reich, siguió la burocracia y el derecho alemán en su aplicación estricta e inhumana de las ordenanzas. Los planes de Eichmann y la progresiva evacuación por toda Hungría es lo que el español combatió con su ingenio.
Aunque al comprarlo no me fijé y pensaba que estaba novelado, en realidad es un libro de historia, contada de un modo sencillo, ameno, manteniendo el interés del lector. Un buen libro, que demuestra que la historia se puede contar de un modo atractivo.
El título del libro hace referencia a Ángel Sanz Briz, el encargado de negocios de la embajada española en Budapest durante gran parte de 1944, cuando los nazis decidieron convertir a Hungría en un país libre de judíos. Recibió el sobrenombre de "ángel de Budapest" porque gracias a su labor salvaron la vida más de 5000 judíos, a los que dio la protección de la bandera española con el uso de cartas de protección y pasaportes familiares reconociéndolos como ciudadanos españoles (un país neutral durante la II Guerra Mundial) y acogiéndolos más tarde en los edificios protegidos de la embajada.
Aunque el título lleva a pensar que todo el libro se centra en el diplomático, el autor va más allá ofreciendo una vista panorámica no sólo de la política en Hungría en esos años sino también en la posición española frente a la guerra y el holocausto. Y es que España, bajo el mando del dictador Franco, empezó la guerra como país no beligerante, pero cercano a la Alemania de Hitler. Sólo más tarde, cuando se vio que los aliados tenían las de ganar, Franco y compañía decidieron dar un giro a su situación, se declararon neutrales y se desligaron de la política germana, pero sin llegar a romper relaciones. Con respecto al holocausto, España no tomó parte en el mismo, permitiendo que judíos que huían de los nazis pasara a territorio español, eso sí, como punto de salida a otros países, no para quedarse en el país. Mientras estaban en España eran acogidos en un "campo de refugiados" en Miranda de Ebro, hasta que conseguían un visado o ayuda del exterior (siempre a través de organizaciones judías, muchas veces americanas). Más tarde, cuando las tornas de la guerra giraron, ofrecieron la protección con el pasaporte español a judíos sefardíes, descendientes de aquellos judíos expulsados por los reyes católicos, aunque alargaban el proceso pidiendo documentación casi imposible de conseguir. Según lo que cuenta el autor, el gobierno español estaba informado y apoyó la decisión de Sanz Briz de emitir pasaportes y salvoconductos a todo judío sefardí, o con familia en España, o con cualquier relación con nuestro país, por peregrina que fuera. Otra versión anterior es que simplemente dejaron hacer al diplomático.
Como puntualización, la política española frente al holocausto no fue muy diferente de la de otros países, incluidos los aliados. Durante mucho tiempo todos miraron hacia otro lado, ignorando todas las señales y rumores. Después cuando llegaron varios informes e informaciones de la existencia de los campos de concentración y exterminio, la comunidad internacional hizo más bien poco por ayudarlos, centrándose más en el conflicto bélico. Incluso tras el final de la guerra, hubo problemas a la hora de acoger a los supervivientes de los campos. Es como si dijeran: "los judíos dan mucha pena, hay que ayudarlos, pero que no vengan a vivir aquí".