La historia es narrada por una enfermera, Amy Leatheran, testigo de excepción y ayudante de Hércules Poirot en la investigación del asesinato de Louise Leidner, la amada esposa del director de una excavación arqueológica.
Al margen de la resolución del caso, al estilo de esta autora tan conocida y justamente valorada, el libro deja entrever, sarcásticamente, el esnobismo inglés donde sólo por ser extranjero ya tienes un punto en contra. Da igual que seas francés, con una gran reputación, conocido por todos, el ciudadano inglés siempre te mirará con un punto de desdén, sin fiarse del todo de un extranjero ajeno a la buena educación y saber estar que sólo en Inglaterra se puede dar. Esta opinión se ve relajada si el extranjero es americano, pero sólo porque como todo el mundo sabe los americanos son los hijos descarriados del gran imperio británico.
Ironías aparte, el libro es entretenido, de lectura ágil, en el que una vez más Poirot hace gala de su privilegiado cerebro, y resuelve un caso sólo con deducciones, sin pruebas tangibles, huellas dactilares ni parafernalia del estilo.
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